¿Qué necesito aprender aún para administrar realmente mi tiempo?

«Cuando tengo un sable que responde particularmente a mi gusto personal por su peso, su forma, etc, entro con más facilidad en un estado en el que mi cuerpo y el sable constituyen una unidad. Se sobreentiende que desde el instante mismo en que uno se deja dominar por el deseo de ganar el combate o hacer exhibición de la propia destreza técnica, la esgrima pierde todo su valor. Es cuando estos pensamientos se desechan, cuando aun se cesa de pensar en el propio cuerpo, que es posible alcanzar un estado de unidad: entonces uno es el sable y el sable es uno, pues ya no hay destrucción entre los dos. Este estado se llama en psicología MUGA («no-yo» o «no-espíritu») y corresponde quizás a los que el budismo llama «un estado de viudez».  Se está en él liberado de todos los pensamientos y todos los sentimientos que estorban el ejercicio más libre de cualquier técnica y se vuelve a la propia «alma original» liberada de las servidumbres corporales».   

TAKANO SHIGEYOSHI
(Citado por N.W.Ross en Le monde du zen)

Hace poco tuve la oportunidad de dictar un curso de Administración del Tiempo para una reconocida empresa. Mientras preparaba la actividad reflexionaba cuanto realmente estaba yo practicando esto en mi vida personal.

Y es que administrar verdaderamente el tiempo es algo muy profundo, no se aprende en los libros, en la escuela, en la universidad, nadie nos lo enseña, porque el tiempo realmente no existe, es una ilusión.

A estas alturas pensarás que me he vuelto loca. Pues no. Necesitamos asirnos al tiempo porque es la manera en que medimos y justificamos nuestro accionar en el mundo físico en el cual actuamos día a día.

Cuanto más atrapados en la acción, menos gestión del tiempo. Lo que verdaderamente está atrapado en la acción es nuestra mente.

¿Cómo podría yo liberar mi mente dentro de este contexto del tiempo?

Hoy es domingo, se celebra el día del padre. Mi padre ya ha partido, aunque lo siento presente más que nunca.

Estoy en mi habitación y mientras intento estudiar y preparar algunos trabajos pendientes, tengo prendida mi tv. Están dando una película muy interesante, es de suspenso, el personaje sufre un golpe en su cabeza y su cerebro se daña, sufre de prosopagnosia o incapacidad para reconocer rostros. Dentro de su tratamiento, su psiquiatra menciona un concepto que encuentro muy útil para mi reflexión inicial acerca de administrar el tiempo: MUGA.

Los japoneses dicen que muga es un sexto sentido el cual literalmente significa «no-ser»  (derivado del sánskrito anātman) y agregan, además, otro concepto: Mushin o «no-mente» (también del sánskrito a-citta). Muga y mushin son la misma cosa, el estado de ser sin ego aunque desde una perspectiva distinta. Muga se refiere al estado físico y mushin al estado mental de la existencia empírica.

El no-iniciado es incapaz de obtener liberación porque su mente, en lugar de permanecer estable y sin fluctuaciones, constantemente es violada por la actividad de los sentidos a través del subconsciente.

Abraham Maslow utilizó la palabra muga para describir la conciencia en el instante presente:

«Es hacer cualquier actividad en una entrega total, sin vacilación, sin pensar en otra cosa, sin dudas e inhibiciones de ningún género. Actuar de modo espontáneo, puro, perfecto y total sin ningún tipo de bloqueo.

El Dr. Wayne Dyer dice que los niños viven la mayor parte del día en estado ‘muga’ por eso utilizan sus cinco sentidos en cualquier actividad. Después de estar concientes que hemos tenido un ‘estado muga’ nos damos cuenta de cómo el tiempo en ese momento se detuvo, como si lo material pasara a segundo plano…

Bien. ¿Para qué me sirve entender todo esto? Creo que para mucho, aunque hay que practicarlo y estudiar más el concepto.

Antes decía que el tiempo es una ilusión. Existe mientras enfocamos nuestra mente en el pasado o el futuro. Cuando estamos absolutamente concentrados y enfocados en lo que estamos viviendo aquí y ahora, sólo en ese instante es donde podemos ser realmente productivos y así podemos administrar realmente nuestro tiempo o, mejor dicho, nuestra mente.